Thursday, November 06, 2014

Perderse para Encontrarse

Para encontrarse se tuvo que perder.

Se levantó muy temprano, mientras todos dormían, agarró su mochila, unas frutas  y se montó en su caballo.  La manta le serviría de abrigo y mas tarde de cama. Federica era decidida y cuando se le cruzó la idea de irse a la cordillera, no hubo quien no le dijera que era una locura. Ella escuchó pacientemente a todo el mundo, pero luego hizo lo que le vino en ganas. Partió esa mañana de enero con rumbo incierto.

A medida que se alejaba de su casa, comenzó a sentir ese cosquilleo de libertad que le producía gozo en el alma. Siempre supo que no era de ese lugar. Que la habían recogido quien sabe de donde y que necesitaba irse para poder descubrir el perfil de su alma. Su verdadera esencia.

El sol comenzó a alumbrar y a calentar,  el calor debajo de la manta estaba siendo agobiante. Paró a la orilla del sendero y se la sacó para dejarla doblada sobre la montura.  El camino se iba estrechando a medida que comenzaba a subir los primeros faldeos cordilleranos.  Los bosques de pinos no la dejaban tener una visión muy clara de donde se encontraba.  Sabía que tendría que subir bastante mas alto para poder tener una panorámica de lo que estaba dejando atrás.

Para el mediodía aún seguía rodeada de árboles que no le permitían ver el valle. Ya llevaba 6 horas cabalgando sin poder descubrir cuanto había subido para entonces.

En un claro del camino desmontó y dejó al animal pastando, mientras ella se comía parte de la fruta que llevaba. Bajarse del caballo la hizo sentir muy pequeña. Caminó por entre las ramas y encontró un riachuelo en donde puso agua a la catimplora que le había sacado a su hermano mayor. Acercó a Relicario, su caballo, para que también disfrutara del agua fresca y de la sombra del sauce.

Ese lugar le pareció familiar, tal vez había pasado unas cuantas veces por allí con su padre, buscando el ganado que siempre se perdía entre el bosque. Sin embargo, nunca había reparado en lo dulce que se sentía el agua de ese lugar. "Es la primera vez que siento el gusto de beber esta agua tan pura y cristalina. Relicario, bebe bastante, que aún nos queda mucho camino antes de llegar al próximo riachuelo, si es que lo hay"

Sacó al animal al camino y se montó en él para seguir rumbo. Sabía que le quedaba mucho por recorrer y esperaba encontrar paradas como esta a lo largo de su aventura.

Ahora los árboles eran mas bajos, el bosque de pinos quedó lejos y ya podía tener una visión de todo el valle que había dejado atrás. Aprovechó de mirar ya que sabía que cruzando el próximo macizo cordillerano, perdería toda visión del territorio conocido hasta ahora.
Durante unos segundo le entró ese miedo a lo desconocido y le vino ganas de devolverse. Pero estaba tan decidida a seguir que respiró profundo, se armó de valor y dió un apretón a Relicario en señal de que continúe su marcha.

Durante las próximas dos horas no giró su cabeza ni una sola vez. Tendría miedo de volver la mirada y arrepentirse de haberse marchado.

Cruzó unos tres valles y comenzó a perderse la vegetación para dar paso a un suelo rocoso en que las pisadas de Relicario hacían eco. Se notaba que eran tierras ahuecadas por lava volcánica. Comenzaron a aparecer las primeras aves de gran tamaño, propias de la cordillera.  Cóndores haciendo grandes círculos alrededor de sus nidos.

El sendero era casi imperceptible, a ratos tenía que adivinar para donde seguir, pero siempre había algún rastro a que echar mano. Alcanzó la gran cima cuando ya eran las siete de la tarde y su cuerpo precisaba bajarse y caminar para sacarse los calambres.

A lo lejos pudo identificar una gran roca y al lado de esta una choza propia de los arrieros que suelen cuidar animales en esa época del año. Decidió entonces no bajarse hasta alcanzar aquel lugar. Le tomó una media hora de camino, cruzar un río muy caudaloso y por fin llegar al lugar de la gran piedra.

Salieron unos perros a encontrarla y Relicario se puso algo nervioso con el recibimiento. Los perros arrieros, querían llevarlo por delante hasta la casita de palos y paja que habían improvisado los cuidadores de ganado.

Federica gritó "aló" y salieron de entre las ramas un señor de mediana edad y una señora con cara de buena persona.

Se acercó y bajó del caballo para saludar. Los arrieros estaban espantados de ver a una mujer sola por esos lados, sin mas compañía que su caballo.

Ana y Gabriel la hicieron pasar y con la amabilidad del hombre de campo, compartieron su pan y su mate con la señorita recién llegada. Federica les preguntó si podía quedarse unos días en esos parajes ya que andaba en busca de su alma y que tenía toda la idea que seguramente andaba por ahí la iba a encontrar. la miraron algo extrañados, pero no hicieron más preguntas y le pasaron unos cueros de oveja para que improvisara una cama junto al brasero.

Le fue a sacar la montura a Relicario y lo dejó en un corral con otras bestias que eran de Gabriel.

Luego se fue al río a lavar la cara y los dientes y se acomodó entre las mantas y la lana para descansar su cuerpo de tanta andada.

Esa noche durmió en paz, sabía que estaba en el camino para encontrarse.......Federica está dormida, en sueños sabe que puede volar y junto al cóndor levanta vuelo y planea cual ave, por el cajón cordillerano en donde está la piedra gigante junto al río caudaloso.  Muchas veces había recorrido este valle y había visto esa roca caída, como si un terremoto la hubiese puesto allí de casualidad.
La roca y el río eran lugares habituales en sus vuelos nocturnos y por fin los encontró. Ahora sabía que estaba en casa y su alma, seguro que andaba por esos parajes revoloteando para encontrarla.

A la mañana despertó con el ladrido de los perros. Gabriel andaba soltando las ovejas y las bajaban a una pradera próxima al sendero por donde Federica había subido.

Ana estaba prendiendo el fuego y ya se sentía el olor a la leña ardiendo en donde pondría la olla con agua.

Se levantó y salió a ver el amanecer. El sol aún no llegaba al cajón ya que era muy estrecho, rodeado de grandes montañas.  Ana le comenta que para las 10 de la mañana recién puede entrar el sol. Aún hace frío y no pudo sacarse la manta para tomar el mate de mañana.

Federica estaba impresionada con la habilidad de Ana para amasar el pan y ponerlo en un latón para llevarlo al fuego. Todo era hecho con una simpleza y una habilidad nunca vista. Todo se veía tan fácil y tan simple en aquel lugar.

El desayuno era mate y pan amasado con huevos frescos. Nunca había tomado un desayuno con tanto gusto y ganas. En general, esta comida se la saltaba. Comenzaba el día con un café tomado de pié a punto de salir.

Había algo en este lugar que lo hacía de un atractivo indescriptible. Todo parecía lindo, simple y mágico a la vez.  Esta gente buena vive con tres o cuatro cosas y no precisan de nada más!!!! Pensó Fede.

Le pregunta a Ana si es feliz, Ana le dice "porque no habría de serlo?.....lo tengo todo, el cielo, la tierra, comida, agua, mi Gabriel, mis hijos y  mis animalitos. Que mas se necesita?"

Allá arriba, en ese espacio no hay lugar para preguntas complicadas. No hay lugar para cuestionamientos. No hay lugar para no ser feliz.

La primera gran lección es vivir.........solo vivir, sin meterle cabeza.....respirar, llenar los pulmones de ese aire limpio y vivir.   Lo único que ha hecho Federica en todo este tiempo ha sido cuestionarlo todo y se olvidó de vivir.

Luego de ese suculento desayuno, se fue a buscar a Relicario. Al igual que ella, este estaba feliz en ese espacio. Lo ensilló, se subió y partió cajón arriba en busca de le vertiente.  Anduvo unas dos horas y comenzó a percibir que la tierra se tornaba más húmeda. Siguió esa humedad que la llevó al nacimiento de aguas subterráneas. Estas aguas formaban un pequeño pozo rodeado de piedras y musgo. Desmontó y se acercó al lugar. A Relicario lo dejó suelto, sabía que no se iría.
Al acercar la cara a esa agua, vio reflejada en ella unos ojos cristalinos que la miraban con dulzura.
Una mirada de una profundidad que le atravesaba el cuerpo. Acercó sus manos en forma de cuenco, las llenó de agua y se las puso en la cara. Al volver a mirar el agua, los ojos ya no estaban.  Se quedó un buen rato sentada en las piedras con un montón de sensaciones a las cuales no podía ponerle palabras.  La mirada ya no estaba en el agua, estaba en su rostro.  Ya no se acordó con que miraba antes de esos ojos. Ahora solo sabe mirar con esa mirada cristalina que tomó de la fuente de la montaña.  Ahora ya le volvió el alma al cuerpo y podría habitar cualquier lugar. Se tuvo que perder para poderse encontrar en medio de la cordillera.

Para cuando volvió donde Ana y Gabriel ya era casi de noche. La esperaban con un guiso de un sabor y un aroma inigualable. Todo sabía mejor a partir del encuentro con los ojos cristalinos de la fuente.

Durante la cena les contó, con lujo de detalles lo sucedido, a lo cual, Tanto Ana como Gabriel quedaron atónitos. No les salía la voz para poder explicarle a Federica lo que sucedía.
Una vez que lograron calmarse, Ana procedió a relatarle que cada vez que ellos iban a buscar agua a esa vertiente, se les aparecían los ojos cristalinos pidiendo ayuda. Ellos no sabían que hacer, pensaban que tal vez alguien había muerto ahí y era una alma en pena atrapada en esa fuente. Pasaron muchos años hasta que conocieron la historia de una mujer que fue a parir  a la fuente y que había muerto luego de dar a luz. Pasó un ganadero y al ver a la criatura sola y su madre muerta, procedió a enterrar a la madre y criar a la hija como propia.
Gabriel y Ana pensaban que eran los ojos de la madre buscando a su hija y ahora caen en cuenta que tienen a la hija en frente y que ahora tiene unos maravillosos ojos cristalinos que son la ventana de su alma encontrada en aquel lugar.

Federica completó las piezas de su puzzle personal y el guiso la hizo dormir como una recién nacida en los brazos de su madre.






















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